"Mi objetivo como escritor es desaparecer dentro de la voz de mi historia, convertirme en esa voz." Michel Dorris. (Escritor).



jueves, 29 de diciembre de 2011

Capítulo 10


Me quedé de piedra.

-¿Cómo es posible? – pregunté a la oscuridad.
Esperé un momento, pero Alex no contestó, por tanto, supuse que se había marchado.
Maldije en mi mente. ¿Por qué siempre tenía que aparecer y dejarme con la duda? ¿¡Por qué!?
Con mi bola de energía todavía en mi mano, busqué la puerta. Cuando la encontré, la abrí y corrí a toda prisa hacia mi habitación.
Abrí la puerta y la cerré de un portazo, la cual causó que Diana se despertada sobresaltada:
- ¿¡Qué pasa!? ¿Qué pasa? – exclamó.
- ¡Le he visto!
- ¿Qué? – preguntó, un poco más tranquila.
- He visto a Alex otra vez.
- ¿Qué te ha dicho? – preguntó mientras salía de la cama.
Abrí la boca, pero las palabras no salieron de mi boca.
- ¿Qué te ha dicho? – preguntó con cariño y preocupación.
- Es mi hermano – contesté lentamente.
- ¿¡Qué!? – esta vez le tocó a Diana quedarse estupefacta.
- Eso no es todo.
Diana no contestó, estaba asimilando lo anterior.
-Es un ángel caído – agregué.
Mi amiga se quedó boquiabierta.
-Habría sido mejor que hubiese esperado a que asimilara lo anterior – pensé arrepintiéndome.
- ¿¡Qué, qué!? – exclamó, con retraso.
- Alex es un ángel caído – volví a explicar -. Me dijo que Evans fue quien dio la orden de matar a mis padres.
Diana se volvió a quedar estupefacta.
-¿El profesor Evans? ¿Tu profesor, tu tutor?
- Sí.
- ¿Estás segura de que no es mentira, de que no es una trampa?
- No lo sé, pero confío lo suficiente en él como para no descartar que lo que ha dicho sea mentira.
- Deberíamos investigar – propuso mi amiga.
- Estoy totalmente de acuerdo – admití.
- ¿Crees que deberíamos contárselo a John? – preguntó tímidamente, como si esperase un “no” rotundo.
- Pienso que cuantas menos personas metamos en este lío mejor, - expliqué – pero no estaría mal tenerlo en “segundo plano”. Como una ayuda.
- Sí, es cierto – afirmó -. Cuantas menos personas involucremos, mejor.
- Debemos ser discretas – dije hablando del plan -. Si algún maestro no descubre, nos meteremos en un buen lío.
- Y si Evans nos descubre, peor – agregó.
- Sí.
Las dos nos dedicamos una mirada preocupada pero, al mismo tiempo, esperanzadora. Si conseguíamos detener a Evans, conseguiríamos tener ventaja en esta gran guerra.
- Deberíamos ir a dormir – propuso frotándose el ojo derecho.
- Sí, es cierto – después, me dirigí a mi cama.
Diana me imitó.
Había sido una noche agitada y llena de sorpresas y lo único que queríamos era descansar, mañana nos esperaba un intenso día de colegio, por tanto, nos dormimos enseguida.

-Diana levanta – le exigí mientras le zarandeaba el hombro izquierdo.
- Vale – dijo reprimiendo un gran bostezo.
Concluí mi intento de despertarla y me acerqué al armario a cambiarme de ropa. Todo fue con normalidad.
***
Abrí la puerta de la clase. Estaba vacía, no había nadie. ¿Se habría enterado Evans de la confesión de Alex? En caso de que la respuesta fuese afirmativa, ¿cómo lo había averiguado tan rápido?
De pronto, la puerta se cerró con un estruendo. Me giré, sobresaltada. Evans había entrado en la sala.
-Has llegado muy temprano – señaló.
- No tenía sueño – mentí.
Era una mentira como un rascacielos; estaba que me caía del sueño, no había dormido bien, sin mencionar las confesiones de Alex. Aunque quisiera volver a meterme en la cama no podía dejar que mi sueño se interpusiera en lo que iba a hacer.
-Profesor – le llamé la atención mientras él rodeaba la mesa.
-¿Sí?
- ¿Qué sabe acerca de los poderes de los Oscuros?
- La verdad es que no mucho – mintió -. Solo lo que leo en los libros.
- Yo leí que no se sabe casi nada de los poderes del Demonio, ¿por qué?
- Porque nunca ha aparecido en público.
- ¿Acaso es tan cobarde como para esconderse tras sus queridos Oscuros? – pregunté con picardía.
Evans me echó una mirada envenenada. Sin duda era un Oscuro.
Tragó saliva y resopló con fuerza.
- No deberías hablar así – dijo conteniendo la voz.
- ¿Por qué no? – pregunté sin esperar respuesta - ¿Acaso no es cierto?
- El Demonio es quien maneja todas las operaciones de los Oscuros, al contrario que…
-  ¿Los Ángeles?
- Sí – respondió, cortante. – Dios da el visto bueno a los maestros que hacen las operaciones, pero nunca se mete por medio.
-  ¿Acaso no es lo mismo que hace el Demonio?
- No – respondió a tres metros de cara.
Iba a decir algo, pero la campana sonó. Le eché una mirada envenenada y me marché.
Mientras iba por el pasillo, me encontré con Diana.
- Sin duda, es un Oscuro – le confesé.
- ¿Cómo lo has averiguado?
- Hemos tenido una conversación… interesante.
- ¿Qué tipo de…?
De pronto, sentí como si me dieran con un gran martillo en la cabeza. Intenté desplomarme, pero me encontré con la pared, a la cual me agarré instintivamente. Diana me agarró de la cintura para que no cayese directamente al suelo, ya que, las fuerzas me fallaban.
Vi a Alex. Estaba de pie, con las manos en alto mientras tres chicos un poco más mayores que él le apuntaba con armas que yo desconocía. Por detrás, estaban  dos chicos de su edad. Uno le puso unas esposas y el otro revisaba que mi hermano no intentase huir, aunque con el panorama que tenía delante, no es que pudiese hacer mucha cosa.
Después la escena cambió y me situó en una celda. Era algo oscura y estaba muy sucia. Alex estaba furioso, caminaba de un lado a otro de la celda, paranoico. Estaba desesperado.
De pronto, un hombre de mediana edad se acercó a la celda y dijo:
-Hora de tu sentencia, chaval.
De repente, volví en mí. Estaba sentada contra la pared. A mi izquierda estaba Diana y en frente de mí había una profesora a la cual nunca había visto. Detrás unas miradas curiosas nos miraban.
-Estás bien, jovencita – me preguntó, un poco preocupada.
- Sí, estoy bien – respondí rápidamente -. El desayuno me ha sentado un poco mal. Se me pasará.
- ¿Seguro?
- Sí, sí – le aseguré.
- De acuerdo – se dio la vuelta y envió a los alumnos a sus respectivas aulas.
- ¿Estás bien? – susurró Diana mientras me ayudaba a levantarme.
- He visto a Alex, le van a sentenciar.
- ¿Sentenciar? – preguntó sin comprender.
- Yo tampoco sé lo que es, - admití – pero estaba metido en una celda y estaba muy nervioso, por tanto, dudo que sea algo bueno.
Diana me miró, apenada.
- Debo ir a salvarle.
- Voy contigo – respondió mi amiga, decidida.
- ¿Estás segura?
- Totalmente – me dedicó una sonrisa sincera.
- De acuerdo.

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