"Mi objetivo como escritor es desaparecer dentro de la voz de mi historia, convertirme en esa voz." Michel Dorris. (Escritor).



martes, 26 de julio de 2011

Capítulo 4

- ¿Y ahora? – pregunté.
No sabía qué hacer ni que decir. No porque “no supiera”, sino porque “no entendía” lo que pasaba.
- Estás en peligro.
- Eso ya lo sabía desde que mataron a Tía Holly – expliqué.
- ¿Holly ha muerto? – parecía como si nadie se lo hubiese dicho.
- Sí.
- Era una buena persona – dijo a la nada.
- Lo era – agregué apoyando lo que había dicho.
Me sentía triste al recordar su muerte. Me sentía tan triste que unas cuantas lágrimas se deslizaron por mis mejillas hasta caer al suelo.
De repente, el suelo se convirtió en agua:
- ¡Alma, para! – me ordenó el profesor Evans intentando nadar.
- ¡No sé cómo!
- Piensa en un recuerdo feliz.
Le obedecí. Recordé cuando Blanca y yo éramos pequeñas y jugábamos al escondite en un bosquecillo cerca de la ciudad.
Cuando abrí los ojos, el suelo había vuelto.
- ¿Qué… qué… ha pasado?
- Has usado tus poderes. – explicó -. Has utilizado el mental sin darte cuenta.
- Pero yo quiero darme cuenta de lo que hago.
- Por eso yo te enseñaré a controlarlos.
Yo asentí.
- Acompáñame – dijo tranquilo y abriendo la puerta.
Iba a saltar de la cama, cuando me di cuenta de que ya no estaba.
- Debiste haberla quitado inconscientemente cuando inundaste la sala.
- Tal vez.
Caminé hasta llegar a él y juntos nos marchamos de la sala.

Salimos del colegio y me llevó hasta un paseo que estaba frente a un jardín.
- Tu madre era una persona especial – dijo deteniéndose y mirando por una de las ventanas sin cristal.
- ¿La conoció?
- Fue una de mis mejores amigas.
- ¿A sí?
- Sí – afirmó -. Junto con Holly.
- ¿Tía Holly?
El movió la cabeza en señal de afirmación.
Al terminar, salió de la ventana y siguió caminando. Yo di una zancada larga para ponerme a su altura.
Caminamos en silencio durante un rato.
- El Consejo no quería que te lo dijese pasados unos meses… - comenzó -. Pero creí que sería justo que lo supieses de una vez por todas.
Ahora que salía el tema, Tía Holly nunca me había dicho nada sobre mis padres. Ni siquiera como murieron.
- La muerte de tus padres… - dijo tímidamente – está “relacionada”… con el sueño que tenías por la noche.
- ¿Su muerte fue parecida?
Se detuvo y dio media vuelta para poder mirarme a los ojos:
- Ésa fue su muerte.
Me quedé paralizada, no me lo podía creer. Había estado soñando la muerte de mis padres sin darme cuenta.
Aunque mi cerebro no reaccionaba, mi boca preguntó rápidamente:
- ¿Quién los mató?
- Según tu recuerdo, fueron Los oscuros.
- ¿Por qué les mataron? ¿Qué hicieron?
- Estábamos en guerra, Alma.
- Solo fue por eso – dije con la cabeza gacha y disminuyendo la voz.
- Solo por eso – repitió el profesor Evans con el mismo tono de voz que el mío.
Durante un largo rato, un silencio tan fría y profundo que ni el mismísimo sol podía derretir. Aunque, una palabra de alguno de nosotros podía romperlo:
- ¿Quieres seguir practicando? – preguntó cálidamente el profesor Evans.
- Sí.
- Pues volvamos.
Volvimos al colegio y fuimos a la misma sala.

Él sacó una macetita circular con una planta muerta.
- Pobrecilla – dije con pena.
- Sí, pero tú puedes revivirla.
- ¿Cómo?
- Concéntrate.
Cerré los ojos y pensé en un recuerdo bonito:
Éramos Blanca y yo con más o menos cinco y seis. Estábamos en la habitación de Tía Holly y nos estábamos probando su ropa. Nos quedaba enorme, pero nos daba igual. Nos imaginábamos unas modelos súper famosas.
Después, abrí los ojos. Pude ver que solo una hoja había revivido.
Me desilusioné:
- No te desilusiones, Alma, – me alentó el profesor Evans – todo no sale a la primera.
Hizo un gesto con la mano, y la planta revivió de inmediato.
- Un consejo: piensa un recuerdo relacionado con lo que tienes o lo que deseas hacer.
- No lo entiendo.
- Ten un recuerdo sobre una planta, la naturaleza, las flores… o un recuerdo sobre revivir – explicó -. Pero dudo que tengas un recuerdo sobre eso.
- Comprendo.

Estuvimos así todo el día, hasta que llegó la hora de comer.
Al terminar, me fui a mi cuarto. Pensaba salir un poco, pero mientras estábamos comiendo había empezado a llover.

Cogí un libro de la pequeña estantería:
- ¿De qué va? – le pregunté a Blanca enseñándole el libro.
- No tengo ni idea – dijo sin apartar la vista del ordenador.
Hice una mueca de disgusto, pero no dije nada.
Me recosté en la cama y comencé a leer:
Marie estaba tumbada en la hierba del claro cuando el radiante sol de primavera la cegó.
De pronto, el sueño me inundó pero seguí leyendo:
Cuando despertó…
En ese instante me dormí.
Estaba en un claro. De pronto, una voz se oyó detrás de mí.
- Alma.
 Era suave, pero se notaba que había un toque de urgencia. Me giré rápidamente. Era Alex, mi compañero de clase.
- ¿Alex?, ¿qué haces tú en mi sueño?
- No, Alma. Te equivocas. Tú estás en el mío. Te he llamado.
- ¿Para qué?
- Estás en peligro. Estando con ellos estás en peligro.
- ¿Y tú que sabes?
- Mis superiores me mandaron la tarea de protegerte durante todos estos años. También sé quienes mataron verdaderamente a tus padres.
- ¿Quiénes?
- Las mismas personas con las que convives ahora mismo.

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