"Mi objetivo como escritor es desaparecer dentro de la voz de mi historia, convertirme en esa voz." Michel Dorris. (Escritor).



miércoles, 1 de junio de 2011

Capítulo 1: ¿Amor? Sino es eso, ¿qué es?

-         ¡Amanda, vamos! – gritó su padre desde el salón.
-         Sí – dijo ella con tono que reflejaba el cansancio que sentía al oír esa frase - ¡Ya voy!
En realidad eso era mentira, ya que todavía se estaba poniendo el primer zapato. Cuando terminó de ponerse los zapatos, el collar que le había regalado su madre antes de fallecer y sus pulseras favoritas, bajó.
-         ¿Se te olvida algo? – dijo su padre sarcásticamente.
-         No – dijo metiendo un libro de bolsillo en su bolso.
-         Vamos.
Al salir de su casa, recorrieron en silencio el trayecto hasta la tienda de animales.
-         Te recojo aquí a las ocho – dijo su padre desde ventanilla del todoterreno.
-         De acuerdo – dijo ella alejándose.
-         ¡A las ocho! – le repitió él.
-         Sí – dijo Amanda entrando en la tienda.
Al entrar, caminó hacia el pequeño mostrador que había al lado de la gran vidriera que daba al exterior.
-         Hola – dijo Amanda extendiendo su cuerpo para poder ver a la mujer que había detrás.
La mujer de mediana edad se levantó y poco a poco se puso a la altura de Amanda.
-         ¡Ah! Hola – dijo alegre – Estaba revisando que los papeles de adopción de un perro estaban en orden.
-         No pasa nada – dijo la adolescente soltando una pequeña carcajada y estrechándole la mano – Soy Amanda.
-         Yo soy la Sra. Marlls, pero puedes llamarme Bianca.
-         De acuerdo Bianca.
-         Aprendes rápido, - dijo Bianca – me gusta.
La dueña le mostró la tienda.
Amanda no podía creer la cantidad de animales que había: gatos, perros, tortugas, hamsters… Y en cada animal, las especies: en los animales: labrador, pitbull…;  en los gatos: siameses….
     Todo parecía muy difícil, pero para Amanda todo era puro repaso. Le encantaban los animales, fueran del tipo que fueran.
Aunque fuera fácil, tenía que poner en práctica sus conocimientos pero ¿cómo? No había habido un solo cliente en las dos horas y media que llevaba allí.

Por suerte, a las siete de la tarde, apareció alguien.

La campanilla que había en la puerta sonó. Alguien entró. Pero Amanda no se enteró, ya que estaba en la trastienda buscando un libro de bolsillo que había metido en el bolso.
Al abrir la puerta que daba a la tienda, se chocó con el cliente.
-         ¡Oh! Lo siento – se disculpó ella – No te había visto, en serio.
-         Tranquila, no pasa nada – dijo el chico.
-         ¿Estás bien? – preguntó Amanda preocupada.
-         Sí, estoy ileso.
-         Menos mal.
-         Hola – se presentó él – Soy Adam.
-         Yo soy Amanda.
Poco a poco fueron entablando una conversación. Amanda no sabía como habían llegado a ese punto, pero le daba igual. Estaba a gusto con él, y lo más raro era que no quería despegarse de él.
Pero en un momento, alguien entró de repente en la tienda.
-         ¡Amanda! – dijo su padre – Te dije que estuvieras en la acera a las ocho en punto.
-         Lo siento, señor – dijo Adam – Ha sido culpa mía, la he distraído.
Al terminar la frase, toda la tienda se sumió en un incómodo silencio.
-         Ya estoy lista, papá – dijo Amanda cogiendo su abrigo del perchero y recogiendo su bolso del suelo, ya que lo había llevado al mostrador poco antes de que su padre irrumpiera en la tienda.
-         Vamos – dijo su padre rodeándola con el brazo y mirando sospechosamente a Adam de reojo.
Los dos entraron en el coche:
-         No me gusta – dijo él encendiendo el motor del coche.
-         Pero si ni siquiera le conoces – replicó ella.
-         Igualmente, no me gusta – repitió – Mantente lejos de él.
Amanda sabía que no ganaría esa batalla, así que mantuvo la boca cerrada hasta que llegaron a casa.

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