"Mi objetivo como escritor es desaparecer dentro de la voz de mi historia, convertirme en esa voz." Michel Dorris. (Escritor).



lunes, 20 de junio de 2011

Capítulo 10: Rescate.

De pronto, alguien le puso una pistola en la cabeza a Julieta. Era Bryan.
-         Bryan, suelta eso – le dijo Amanda molesta - ¿Quiero?
-         Órdenes de tu padre.
El chico hizo que Julieta se levantara y cuando eso ocurrió, la esposó.
-         Tienes derecho a permanecer en silencio… - empezó a decir Bryan.
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 Tom estaba sentado en un parque, hacía como si estuviera hablando por el móvil, pero, en realidad, miraba a todos lados buscando a su secuestrador.
De repente, su móvil sonó de verdad:
-         ¿Me buscas, Tom?
-         Claro – dijo con un tono que daba a decir que era obvio.
-         Bien – dijo Adam arrogante – Te veo en cinco minutos en sótano del centro comercial que hay a dos manzanas.
Los dos colgaron.
Tom se levantó y caminó con paso rápido y decidido hacia allí.

Cuando llegó al sótano, lo primero que hizo fue cargar la pistola.
Fue pasando por los coches hasta que, al coche que tenía al lado, le rompieron el la ventanilla derecha.
Tom corrió alejándose de ese coche y disparando a la sombra que había al otro lado de donde circulaban los coches para encontrar estacionamiento.
Pronto salieron del subsuelo y, corriendo por las escaleras, llegaron al tejado.
Allí corrieron de tejado en tejado, saltando de uno a otro y disparando a diestro y siniestro.
Al llegar a un tejado corriente, todos los compañeros de Tom y la policía local de París apuntaron al culpable.
El padre de Amanda enfundó el arma y esposó a Adam.
-         Tienes derecho a permanecer en silencio; cualquier cosa que digas podrá ser utilizado contra ti en un juicio. También tienes derecho a un abogado…

Después de meter a los culpables en un coche policía, Amanda pudo ver por fin a su padre.
-         ¡Papá! – dijo ella abrazándolo.
-         ¡Cariño!
-         Te quiero.
-         Y yo – contestó él – Nunca más permitiré que viajes a París sin mí.
-          Yo tampoco lo permitiré – dijo ella llorando de alegría.

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