"Mi objetivo como escritor es desaparecer dentro de la voz de mi historia, convertirme en esa voz." Michel Dorris. (Escritor).



viernes, 17 de junio de 2011

Capítulo 9. Salvación inesperada.

Tom se revolvía en su asiento, nervioso y preocupado. Su compañero intentó tranquilizarle:
-         Lo encontraremos – le dijo poniendo una mano en su hombro.
-         Eso espero.
El padre de Amanda le miró con una cara que daba a decir: Prométemelo.
-         Te lo prometo.
Después de lo que dijo Bryan, Tom se sintió mejor. O eso parecía.
El viaje transcurrió tranquilo, pero para Tom. ¿Cómo podía sentirse tranquilo sabiendo lo que le estaba pasado a su hija?

Cuando llegaron al aeropuerto, sus compañeros les esperaban:
-         La policía local nos ha informado de que están en el sótano de una tienda de ropa de caballeros llamada: Cygne blanc.
-         ¿Nada más?
-         Me temo que no, Señor.
-         De acuerdo.
-         Vamos Bryan – le ordenó su compañero.

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Amanda se retorcía de un lado para otro intentado romper las cadenas viejas y oxidadas.
-         Pueden que sean viejas, pero aguantan mucho – dijo Adam en el segundo escalón.
Amanda vio a una chica detrás de él, era la guía, Julieta.
-         Todo lo viejo se rompe – contraatacó la hija de Tom.
-         Todo no, solo algunas cosas – dijo antes de desaparecer por la puerta acompañado por la chica.
En ese momento, Amanda se sentía más sola que nunca. Lo único que quería era escapar. Quería retroceder hasta el día en  que conoció a Adam y borrarlo, quería no haberse sumido en una conversación con él. Pero sabía que eso era imposible. Ahora, lo único que podía hacer era intentar escapar. Pero la soledad y la tristeza la inundaban, debido a eso, unas lágrimas brotaron de sus ojos y empezaron a deslizarse por sus mejillas hasta llegar a su barbilla.
-         Llorar no sirve de nada – susurró alguien delante de ella.
Era Julieta. Amanda no la había escuchado entrar.
Ella le limpió las lágrimas y empezó desatarla. Cuando terminó, Amanda la abrazó.
-         Gracias.
De pronto, se oyó una voz que la llamaba:
-         Haz como si siguieras atada – le susurró antes de marcharse.
Amanda hizo caso omiso.
Julieta subió los escalones y se fue.
-         Voy a salir – le dijo Adam.
-         De acuerdo – contestó Julieta.
Y Adam se marchó. Julieta llevaba muchos así, así que ya le daba igual lo que hacía Adam.
Fue a la trastienda y cogió algo de comida.
Fue al sótano y se lo dio a Amanda.

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